En realidad, el “neutro”,
buscando quizás sentirse “libre”, “no arreado por la masa”, con “opinión
propia”, si lo que hace es regirse por la neutralidad o la justa medida,
resulta justamente el más arreado, el menos libre de todos. El error está
tanto en la definición de las circunstancias, pero principalmente en el método
mismo de posicionamiento y valoración. El “neutro” no sabe lo que quiere, pero
quiere igual sin saber qué, y elige y valora en relación a eso que quiere, pero
que no sabe.
En tiempos cruciales, la
neutralidad significa no tomar partido por algo. En cambio la objetividad, es
decir, el juicio imparcial que surge del conocimiento y la ética, son atributos
que no deben estar exentos de nuestros actos cotidianos.
La palabra neutralidad, con
ser un sustantivo abstracto, es connotativa de “ni con uno ni con otro” y es
utilizada a veces como táctica por algunos acomodaticios. Paulo Freire, el
pensador y educador brasileño, considera que no es más que el miedo a revelar
un compromiso personal.
Por eso, no se plantean qué es
lo que se proponen uno y otro bando en pugna. Entienden la situación como una
riña ajena. Algunos, sumidos en el peor cinismo del oficio mediático, hasta
llegan al paroxismo de la neutralidad hipócrita.
Nadie que
comprenda lo que está en juego puede considerarse neutral. Hoy, -al contrario
de lo que algunos creen- no estamos en presencia de una disputa entre un
gobierno y una corporación multimediática, en este caso el Grupo monopólico Clarín.
Es sí, un enfrentamiento entre dos modelos de Nación. Uno que es para muy
pocos, que representa al privilegio, la explotación, y la destrucción del país
de las mayorías como impertérrito bastión del atraso y la miseria. Y el otro
que le está arrebatando la Patria al baratillo privatizador y la va
reconstruyendo con sacrificio, equidad e inclusión. Una lectura del conflicto
en este sentido desnuda los argumentos falaces de los jerarcas del Grupo que
responde al establishment: un gobierno populista que pretende acallar a las
voces independientes que se le oponen. Escenario en el que tampoco cabe la
neutralidad, si hipotéticamente así fuese.
Clarín es la bandera de una
minoría privilegiada que resistió hasta la perversidad para someterse al
juego de la justicia y la democracia; Es
la defensa a ultranza de un modelo en decadencia que tanto daño le ha hecho al
país a lo largo de su historia. Es el guardián de una oligarquía voraz, de los
poderes fácticos en las sombras; es el custodio de un discurso cipayo y
colonizador, de un sentido común que idiotiza, que humilla, que atrasa. Clarín
es el último obstáculo hacia un país más justo. Es la voz de una exclusiva
clase social que vive de espaldas al resto de los argentinos y en sus páginas y
pantallas televisivas está el manual de instrucciones para conocerla. Día tras
día, todo el año y a toda hora, sobresatura lectores y televidentes mediante
consignas desestabilizadoras. En cada una de sus imágenes y artículos de sus
amanuenses, está dibujado el país al que quiere llevarnos. En todas sus
definiciones presenta un plan de gobierno que nunca será sometido a elecciones
pero pugna por ser aplicado. Sus tapas son amenazas; han volteado gobiernos,
-si lo sabrá Raúl Alfonsín- sus titulares son una apología del “Todo Negativo”. En definitiva, Clarín es, -según la opinión de
Víctor Hugo Morales- “El cáncer moral del país”.
Nadie que tenga una mínima
percepción de lo que ocurre puede permanecer neutral. Jamás hemos estado ante
una decisión tan crucial. Nunca antes ha habido un escenario tan claro, tan a
la vista, tan concreto. Por eso, en esta cuestión, la neutralidad no
se concibe sino en recalcitrantes opositores; frustrados electores de
gobiernos en fuga que por resentimiento se aferran al “cuanto peor, mejor”, o
un revival del tristemente célebre “No te metás”. Demasiadas tribulaciones
hubieron cuando abundaron los neutrales. Baste recordar que en 2001 fue el
modelo de país defendido por el duopolio Clarín-La Nación el que estalló.
Mientras la mayoría estaba al borde de la pobreza y la desesperación, ellos,
los que se escudan detrás de esa corporación monopólica, contaban los millones
que habían ganado en la movida y que en containers se los llevaban
afuera. Sacaron opíparo provecho de esa desintegración. Y el que no lo
recuerde, que sólo observe lo que está pasando en Grecia, España, Portugal,
Italia y otros países de Europa, porque es casi una copia exacta de lo que
ocurrió en nuestras tierras en aquellos tiempos nefastos y no tan
lejanos.
La neutralidad también puede
ser la manera en que se mimetizan los especuladores y los cínicos que nunca
faltan. Aquéllos que alientan la contienda para sacar partido de ella y que
esperan a último momento para treparse al carro del ganador.
No es posible la neutralidad
al ver quiénes son los personajes que asoman sus torvas fachas detrás de un
parapeto antes inexpugnable y ahora cada vez más venido a menos.
Como si fuera un dogma, todas
las empresas del Grupo Clarín han incumplido e incumplen con las leyes vigentes
de manera obscena. Cuando un fallo judicial les es adverso, siempre es un
Juez quien los perjudica -para presentarlo como corrupto- Ahora cuando una
sentencia lo favorece, invariablemente es la Justicia quien intervino. En este
caso entonces el fallo se ajusta a derecho. Es decir, el veredicto es justo
sólo cuando lo beneficia.
Clarín, siempre apetecido de
una rapacidad voraz, pero no perentoria, tiene la paciencia del buitre. Sus
dominios furon las 301 licencias que tenía para operar -la ley fija 24 como
máximo- que al ser replicadas como un eco infinito a lo ancho y a lo largo por
miles de medios serviles, le posibilitaban manipular el 80% de la información
que recibe el país, al que lo anotician de todo, pero que no se entera de nada.
El fallo de la Corte Suprema en su contra, le puso un límite a su posición
hegemónica. Era lo que faltaba para que la libertad de expresión tenga plena
vigencia y que la neutralidad en ese sentido, sea tan sólo la rémora de un
escaso número de ladrones y especuladores.
Como ex socio de la dictadura
genocida, su norma es negar al poder político toda autoridad. Desde
siempre, no escatima esfuerzos para evadir impuestos y fugar divisas. Igual
para extender sus tentáculos hacia toda actividad lícita o ilícita que provea
mucho dinero, fácil y rápido.
Clarín es mucho más que un
grupo económico y financiero poderoso: es la usina de un
pensamiento político que se vende como un medio “objetivo e independiente”, y
que se expresa en sus “periodistas estrellas”, -resabios de la cámara
séptica del periodismo obsecuente- que son el estereotipo de los que están
siempre en contra de lo que está a favor la mayoría. Muchos son progresistas
banales que se quedaron atrasados en el tiempo. Y que no por casualidad están
siempre a la derecha de la pantalla de su televisor señora . . .
Cuando hablan de diálogo es
porque quieren dictar órdenes y cuando piden consenso es porque quieren
obediencia debida. No soportan que el gobierno imponga su propia agenda.
Como tenaz
fisgón del sainete humano, uno se reconoce objetivo pero no neutral, porque es
una inmoralidad ser neutral entre el bien y el mal, entre lo justo y lo
injusto, entre el oprimido y el opresor.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario