Ellos creían que nos mataban pero mataban cuerpos, no memorias, y la gran diferencia es que nosotros estamos orgullosos de nuestra lucha que también será el orgullo de nuestros descendientes, mientras que sus herederos, sólo sentirán escarnio y repulsión por el horror que cometieron.
Por
eso, con la anuencia de los estimados leyentes me permito transcribir
textualmente este espeluznante relato de una víctima más del Terrorismo
de Estado
que asoló nuestro país cuando sólo tenía 16 años . . . . Sí . . .
¡Siendo una niña casi adolescente!!! . . .
Es
un aporte más para la memoria y la toma de conciencia de aquellos que
siguen creyendo que aquel horror fue nada más que un invento de los
“subversivos”
que hoy, al sentar a los responsables en el banquillo de los acusados en
trascendentales Juicios, lo que se pretende es mancillar el honor de
nuestras “Gloriosas Fuerzas Armadas” y sus socios civiles, y que, como
no puede ser de otra manera, no los ve por
TN, ni lo lee en Clarín ni en La Nación . . .
¡No
se escandalice por lo que va a leer, o crea que es ficción de terror!!!
. . . Esto es tan sólo una minúscula muestra de los tormentos que una
piara
de monstruos, verdugos de la humanidad con nombre y apellido y que aún
conviven entre nosotros, le aplicó a toda una generación en el contexto
de una “Guerra” contra la “Subversión” en nombre de la “ Seguridad
Nacional” . . . Ud lector va a descender a los
abismos de la barbarie humana llevada al enésimo salvajismo . . .
Griselda
Pratto relató ante el Tribunal Oral de Santa Fe cómo un grupo de tareas
que operó en el norte provincial, la convirtió en esclava sexual cuando
tenía 16 años. Su declaración
marca un punto de inflexión en el juicio.
El
17 de marzo, Griselda Pratto cumplirá 53 años. Era una niña, cuando un
grupo de tareas la secuestró en Reconquista, prov. de Santa Fe. Ella no
era militante política, sólo
estaba en la casa de Luisa, su hermana embarazada, para esperar el parto
y ayudarla con sus hijos más chiquitos. Un estruendo la despertó en la
madrugada, el 5 de febrero de 1977. La llevaron a los golpes, maniatada y
encapuchada, hasta la III Brigada Aérea
de Reconquista, un centro clandestino de la dictadura, donde fue
convertida en esclava sexual de la patota represora. “Esta nenita... Podemos jugar con esta nenita”,
le decían en la sala de tormentos. La dejaron ir recién el 26 de marzo.
Fueron 49 días en el terror, en el miedo en su máxima escala. Treinta y
seis años después, Griselda pudo declarar ante el Tribunal Oral de Santa
Fe que juzga a sus secuestradores y violadores.
Los identificó a todos, entre ellos al ex jefe de Inteligencia de la
Base Aérea, Danilo Sambuelli y al ex jefe de Informaciones de la Policía
santafesina (el tristemente célebre D2), Carlos Nickisch. “Vengo a
contar mi verdad y a pedir justicia”, les dijo a
los jueces. Ellos la escucharon.
El
testimonio de Griselda fue directo, descarnado. Un punto de inflexión
en el juicio, el primero en la provincia y el segundo en el país que
juzga los abusos sexuales y violaciones
en centros clandestinos como delitos de lesa humanidad y parte del plan
sistemático del terrorismo de estado. Los imputados también la
escucharon desde el banquillo: Sambuelli, el mayor Jorge Alberto Benítez
y los cinco policías: Nickisch, Arnaldo Neumann,
Rubén Molina, Horacio Machuca y Eduardo Luque.
“Entraron
a la casa de mi hermana a las patadas -recordó Griselda-. Luisa les
preguntó: “¿Qué pasa?”. Le contestaron con un puñetazo. Y comenzaron a
revisar todo. Debajo de
mi cama, Nickisch encontró 20 pesos y le dijo a Neumann: “Mirá, acá hay plata, tomá”. Y le entregó los 20 pesos. Después, cuando me
sacan de la casa, uno le dice a otro: “Machuca, correte”.
Ya
en la Base Aérea, la encerraron en una celda, encapuchada. Entró uno de
los guardias, “el cabo Estofaretti. Me dijo que tenía un arma, que eso
significaba que tenía el poder.
Y me violó. Yo era virgen”, relató Griselda. “Al rato, llegó otro
guardia que le dijo (a Estofaretti) que tenía un minuto para salir y que
a mí no me podía tocar nadie porque estaba prohibido”.
“Después
me volvieron a encapuchar. Me llevan a un lugar cercano, donde había
agua en el piso. Y ahí me picanearon en la vagina, en los pechos, en las
axilas, mientras me preguntaban
qué hacía en Reconquista. Yo les contestaba lo mismo, que vine a ayudar a
mi hermana, a cuidar a los chicos. Y más me golpeaban. Me arrastraron
de los pelos hacia la celda que no tenía nada, ni colchón”, agregó.
“Al
cuarto día, a la noche, me llevan en un auto hasta una casa, donde me
sacan la capucha y las esposas y me violan. Ellos me decían: ‘Sambuelli,
Nickisch, Neumann y Estofaretti
tienen el poder’. Las violaciones fueron por todos lados. Jugaban con mi
cuerpo. Me introducían ratas vivas en la vagina. Tenía que tomar el
semen de cada uno de ellos. Después, me llevaron al baño, donde había
materia fecal en el inodoro, me metieron la cabeza
dentro del inodoro y me hicieron comer la materia fecal. No podía
evitarlo. No tenía más fuerzas. Quería evitar hacer eso, pero no podía.
Luego me encapucharon y me llevaron a la Base Aérea”.
Griselda
se quebró en el llanto. El presidente del Tribunal, José María Escobar
Cello, resolvió entonces un cuarto intermedio. La pausa la ayudó a
recuperar el habla. “¿Puede
continuar?”, le preguntó más tarde el juez. “Sí. Vine a contar mi verdad
y a pedir justicia”, le contestó ella.
Las sesiones de torturas siguieron. Y los simulacros de fusilamiento también. “Me agarraban de los pelos y decían: ‘Esta
nenita... Podemos jugar con esta nenita’.
Yo era su esclava. Ellos tenían el poder, hacían conmigo lo que
querían. Nunca me asistieron. Una vez me vino la menstruación y me tuve
que envolver con
papel de diario. Ya no podía ni hablar. Mi desayuno eran la picana y los
golpes. La cena, las violaciones. La última vez me bañaron con semen.
Yo escribía en las paredes. Le pedía a Dios que se apiade de mi. Le
decía: soy tu hija. Le pedía que tenga misericordia
de mí”.
“Me
destruyeron la vida -dijo Griselda-. A veces tengo pesadillas muy feas.
Me casé, pero no de blanco porque me daba vergüenza. Vengo acá con
miedo, pensando que me va a pasar
lo mismo. No tengo por qué mentir”.
“Creía
que me iban a matar porque les vi la cara a todos. Después, vino un
médico, el doctor Arredondo a curarme, me dijo que hasta que no me
quedara ninguna marca no me podía
ir. Un día me sacaron sin capucha. Estaba Sambuelli, sentado como un
rey. Me dio unas monedas y me dijo: ‘Yo soy Sambuelli y no te quiero ver más acá’
Me seguían por todos lados. Nickisch, Neumann, podían violarme donde y cuando quisieran”, relató.
- ¿Cómo supo los nombres de los que le hacían eso? -le
preguntó uno de los jueces.
- Cuando ellos entraron a la casa se nombraron Nickisch y Neumann, cuando uno le dice al otro: ‘Tomá la plata’.
Y cuando me violaban, decían: ‘Ahora te toca a vos, Sambuelli. Ahora te toca a vos, Nickisch’, y ahí me violaban sin capucha. Al cabo
Estofaretti lo nombró el guardia de la celda.
- ¿Volvió a ver a Arredondo?
- No, no lo vi nunca más -contestó Griselda.”
El
que descrea de este desgarrador testimonio y aún sigue aferrándose al
tristemente célebre “Algo habrá hecho”, lleva un monstruo adentro y no
se da cuenta
. . .
DelsioEvarGamboa
Laborde. Cba. Arg.
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