“Chávez, si no hubieras nacido deberías nacer, porque el mundo necesita gente como vos”.
Lula da Silva.
. . . pero, “Los que
mueren por la vida no pueden llamarse muertos” . . . dice la canción de Ali
Primera, todo un homenaje que pinta la vida de Hugo Rafael Chávez Frías
dedicada a la vida de los más pobres de la vida. Un Grande ya no está
físicamente, pero después del dolor, retornará como un gigante
imbatible. En nuestro país
ya lo hemos comprobado. Cuando la angustia se despeja, reaparecen más vivos que
nunca con su antorcha libertara.
No obstante y de manera increíble, la peor noticia para las
mayorías es la mejor para algunos minúsculos carroñeros que hacen honor a la
bajeza humana ejercitándola con grosero impudor. Son los que celebran estas muertes descorchando un buen extra brut. A
propósito, he leído en Facebook hace poco a una docente ultra católica que supo
festejar la muerte de Kirchner, -y que seguro ahora lo habrá hecho por la de
Chávez- escandalizarse por un chiste en latín sobre el Papa y su renuncia . . .
El despecho es temporal, la maldad es para siempre.
Eso sí, después para blanquear su negra conciencia se
golpean el pecho y se atosigan con hostias. Uno ya no sabe dónde está la
civilización y dónde la barbarie . . .
Estos resentidos electores de gobiernos en fuga . . .
¿Llegarán a saber algún día lo que es el íntimo goce de sentir orgullo por un
auténtico líder y la conmoción espiritual de llorar su muerte?
Y precisamente es ante estas
muertes absolutamente injustas cuando uno se rebela y concuerda entonces con
Woody Allen: “Si Dios existe, espero que
tenga una buena excusa” porque se lleva a los mejores y nos deja la escoria.
Los inservibles mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los
imprescindibles prueban la muerte una sola vez. No obstante, los mortales normales se quedan con lo
inmortal, el recuerdo, el amor, la obra, el legado. Eso no se lo puede llevar
nadie, exista o no.
Como
dice el tango, “las lágrimas trenzadas se niegan a
brotar y no tengo el consuelo de poder llorar”. Y sí, están ahí, congeladas,
tímidas, indecisas, con el temor de interrumpir el retorno de una
leyenda. Y si no brotan, igual
bendecirán la llama de un futuro luminoso.
Aunque fuera irreversible, la confirmación de lo funesto
siempre es cruel. Se lo quiere seguir viendo, bailando con las
palabras frente a su pueblo, exuberante, chispeante, carismático. Estilo que
era tildado de demagógico y objeto de ataques y mofas de muchos pagados al
“formalismo”, ignorando la idiosincrasia y la exuberancia de la oralidad de los
caribeños, porque jamás leyeron a García Márquez y su Realismo Mágico.
Discursos célebres matizados con humor, chanzas y cantos al son del Cuatro y al
ritmo del Joropo venezolano. Conocedor de la historia, políticos, escritores
artistas y cantores populares de toda América, de los que abrevaba para enriquecer
la contundencia de su dialéctica. Fue célebre el regalo que le hizo a Barack
Obama cuando éste asumió la presidencia de EE.UU: el libro de Eduardo Galeano
“Las venas abiertas de América Latina”. Todo un símbolo y un alegato contra el
imperialismo.
El hijo del “Carachazo” incorporó a la economía y las
relaciones comerciales entre los países de la región el inédito concepto de la
solidaridad. Y vaya si lo llevó a la práctica. Es harto conocida la ayuda sin
límites para con las naciones amigas de la que Argentina es deudora, y siempre
agradecerá el decisivo apoyo que recibió cuando el salvaje neoliberalismo nos
mandó al 8º círculo del infierno, y no el de la Divina Comedia precisamente.
Él inició el despertar de América del Sur y ahora su
impronta continuará con más fuerza. Se ha convertido en un tornado imparable que arrasará con los enemigos de este proceso de conformación
de la Patria Grande. Porque cuando el mártir muere, nace el
héroe, el mito que está siempre en la memoria colectiva, el faro que jamás se
apaga.
“Un hombre murió por
todos” dijo el
Apóstol Pablo sobre Jesús. Salvando
las distancias, tiene analogía con Chávez. Sin látigo -como sí lo hizo el
Nazareno-, expulsó a los mercaderes del templo neoliberal y trajo el mensaje de
su inagotable palabra, siempre plena de desafíos. Y asumió el reto
de desterrar la vileza de los poderosos en favor de los
desposeídos. Fue el primero en recuperar la política como herramienta de transformación de su pueblo,
sumido en la inequidad. No sólo es el Padre de la resurrección de un país, sino también de la restauración de la Unidad Continental
que soñaron nuestros verdaderos próceres de la América meridional,
mestiza, morena y caribeña. La muerte de Chávez provoca una ausencia que sabe a
historia inconclusa -lo mismo ocurrió con Evita-, pero, como su paso por la vida marcó un sendero promisorio, la
conclusión de esta Gran Historia queda en manos de sus herederos, de todos los
que sienten una angustia incontenible a flor de piel.
No obstante, las hienas -que en
estos casos se reconocen por la risa- están atentas, pues se excitan con el
olor a muerte. Los
chacales se relamen en sus madrigueras. Los buitres, camuflados como blancas
palomitas de la paz, despliegan sus garras para caer sobre los despojos. Esta vez se les hará Pito Catalán.
Ahora hay un Pueblo sin fronteras dispuesto a defender lo
conseguido y tomar los jirones de sus mártires para
convertirlos en una poderosa bandera de victoria. Ahora hay presidentes que son
la imagen de sus pueblos y pueblos que despiertan a la vida gracias a sus
presidentes..
Son ellos los encargados de continuar con su obra y, por
supuesto, de terminar de revertir una
historia de quinientos años de explotación. Su alegría contagiosa despierta el odio de
los que desde las sombras aún persisten en expoliarlos. Su luminosidad
vencerá cualquier tiniebla y destruirá las cadenas que quieran condenar a los
muchos a la miseria y la pobreza de la que están emergiendo. Ahora, no hay enemigo que pueda vencerlos, porque se cuenta con las mejores
armas: un
pueblo con un altísimo nivel de conciencia política, muertos esplendentes y
líderes regionales con vida dispuestos a portar semejante luz como una
inextinguible llama olímpica.
Venezuela antes de Chávez con un 80% de pobres, un 35% de
analfabetos y un 25% de indocumentados, -verdaderos muertos civiles- era un
feudo de las corporaciones y un casino y un prostíbulo yanqui que sólo
usufructuaba un minúsculo sector social privilegiado.
Hay un antes y un después a partir de Chávez como lo hubo aquí
con Perón. Su lema americanista fue “El Sur es nuestro Norte” y vaya si lo fue
. . . El que no entiende esto no entiende nada.
De ahora en más, el Palacio de
Miraflores se convertirá en un lugar mágico del que salió la Revolución Bolivariana. Y “va
a ser hermoso hacer un puente sólo para vos”, enorme, indestructible, que
permitirá cruzar cualquier abismo. La palabra de Chávez, viva y estentórea
resonará por siempre, esa palabra inspirada por Bolívar, al que rescató del
frío bronce y lo convirtió, vivo y actual, en su credo político. Lo mismo que a
Martí, San Martín, Perón, Kirchner. Ahora,
sus discursos encendidos permanecerán resonando en los oídos y el corazón de su pueblo que llora y canta por
la pérdida. Extrañará su presencia y
añorará su imagen poderosa y protectora. En honor a él -tanto como a Kirchner- se trocará ese dolor en fortaleza,
convertirá sus ideas en realidad y bailará al influjo de su desbordante
personalidad.
Siempre resulta conmovedor ver las
multitudinarias manifestaciones de dolor de los pueblos al despedir a sus
grandes líderes. Extraña simbiosis de devoción y religiosidad que embarga a
millones de seres humanos. Todo un desafío para la psicología social.
Pero sólo muere lo que se olvida . .
. y Chávez jamás será olvidado porque le cambió la historia no sólo a su amada
Venezuela sino también a las patrias de América del Sur donde sus pueblos, que
han renacido a la esperanza, la alegría y a la vida, no darán marcha atrás. ¿Cómo
haría la derecha entonces para arrebatarles esos derechos sin desatar una
rebelión social de consecuencias inimaginables? porque como bien dice el poema:
“después de haber bebido el néctar de tus
labios . . . ¡ya no puedo vivir sin ese beso!”. . .
Laborde. Cba. Argentina
Laborde. Cba. Argentina
Pero sólo muere lo que se olvida . .
. y Chávez jamás será olvidado porque le cambió la historia no sólo a su amada
Venezuela sino también a las patrias de América del Sur donde sus pueblos, que
han renacido a la esperanza, la alegría y a la vida, no darán marcha atrás. ¿Cómo
haría la derecha entonces para arrebatarles esos derechos sin desatar una
rebelión social de consecuencias inimaginables? porque como bien dice el poema:
“después de haber bebido el néctar de tus
labios . . . ¡ya no puedo vivir sin ese beso!”. . .
a no sólo a su amada
Venezuela sino también a las patrias de América del Sur donde sus pueblos, que
han renacido a la esperan
. . . pero, “Los que
mueren por la vida no pueden llamarse muertos” . . . dice la canción de Ali
Primera, todo un homenaje que pinta la vida de Hugo Rafael Chávez Frías
dedicada a la vida de los más pobres de la vida. Un Grande ya no está
físicamente, pero después del dolor, retornará como un gigante
imbatible. En nuestro país
ya lo hemos comprobado. Cuando la angustia se despeja, reaparecen más vivos que
nunca con su antorcha libertara.
No obstante y de manera increíble, la peor noticia para las
mayorías es la mejor para algunos minúsculos carroñeros que hacen honor a la
bajeza humana ejercitándola con grosero impudor. Son los que celebran estas muertes descorchando un buen extra brut. A
propósito, he leído en Facebook hace poco a una docente ultra católica que supo
festejar la muerte de Kirchner, -y que seguro ahora lo habrá hecho por la de
Chávez- escandalizarse por un chiste en latín sobre el Papa y su renuncia . . .
El despecho es temporal, la maldad es para siempre.
Eso sí, después para blanquear su negra conciencia se
golpean el pecho y se atosigan con hostias. Uno ya no sabe dónde está la
civilización y dónde la barbarie . . .
Estos resentidos electores de gobiernos en fuga . . .
¿Llegarán a saber algún día lo que es el íntimo goce de sentir orgullo por un
auténtico líder y la conmoción espiritual de llorar su muerte?
Y precisamente es ante estas
muertes absolutamente injustas cuando uno se rebela y concuerda entonces con
Woody Allen: “Si Dios existe, espero que
tenga una buena excusa” porque se lleva a los mejores y nos deja la escoria.
Los inservibles mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los
imprescindibles prueban la muerte una sola vez. No obstante, los mortales normales se quedan con lo
inmortal, el recuerdo, el amor, la obra, el legado. Eso no se lo puede llevar
nadie, exista o no.
Como
dice el tango, “las lágrimas trenzadas se niegan a
brotar y no tengo el consuelo de poder llorar”. Y sí, están ahí, congeladas,
tímidas, indecisas, con el temor de interrumpir el retorno de una
leyenda. Y si no brotan, igual
bendecirán la llama de un futuro luminoso.
Aunque fuera irreversible, la confirmación de lo funesto
siempre es cruel. Se lo quiere seguir viendo, bailando con las
palabras frente a su pueblo, exuberante, chispeante, carismático. Estilo que
era tildado de demagógico y objeto de ataques y mofas de muchos pagados al
“formalismo”, ignorando la idiosincrasia y la exuberancia de la oralidad de los
caribeños, porque jamás leyeron a García Márquez y su Realismo Mágico.
Discursos célebres matizados con humor, chanzas y cantos al son del Cuatro y al
ritmo del Joropo venezolano. Conocedor de la historia, políticos, escritores
artistas y cantores populares de toda América, de los que abrevaba para enriquecer
la contundencia de su dialéctica. Fue célebre el regalo que le hizo a Barack
Obama cuando éste asumió la presidencia de EE.UU: el libro de Eduardo Galeano
“Las venas abiertas de América Latina”. Todo un símbolo y un alegato contra el
imperialismo.
El hijo del “Carachazo” incorporó a la economía y las
relaciones comerciales entre los países de la región el inédito concepto de la
solidaridad. Y vaya si lo llevó a la práctica. Es harto conocida la ayuda sin
límites para con las naciones amigas de la que Argentina es deudora, y siempre
agradecerá el decisivo apoyo que recibió cuando el salvaje neoliberalismo nos
mandó al 8º círculo del infierno, y no el de la Divina Comedia precisamente.
Él inició el despertar de América del Sur y ahora su
impronta continuará con más fuerza. Se ha convertido en un tornado imparable que arrasará con los enemigos de este proceso de conformación
de la Patria Grande. Porque cuando el mártir muere, nace el
héroe, el mito que está siempre en la memoria colectiva, el faro que jamás se
apaga.
“Un hombre murió por
todos” dijo el
Apóstol Pablo sobre Jesús. Salvando
las distancias, tiene analogía con Chávez. Sin látigo -como sí lo hizo el
Nazareno-, expulsó a los mercaderes del templo neoliberal y trajo el mensaje de
su inagotable palabra, siempre plena de desafíos. Y asumió el reto
de desterrar la vileza de los poderosos en favor de los
desposeídos. Fue el primero en recuperar la política como herramienta de transformación de su pueblo,
sumido en la inequidad. No sólo es el Padre de la resurrección de un país, sino también de la restauración de la Unidad Continental
que soñaron nuestros verdaderos próceres de la América meridional,
mestiza, morena y caribeña. La muerte de Chávez provoca una ausencia que sabe a
historia inconclusa -lo mismo ocurrió con Evita-, pero, como su paso por la vida marcó un sendero promisorio, la
conclusión de esta Gran Historia queda en manos de sus herederos, de todos los
que sienten una angustia incontenible a flor de piel.
No obstante, las hienas -que en
estos casos se reconocen por la risa- están atentas, pues se excitan con el
olor a muerte. Los
chacales se relamen en sus madrigueras. Los buitres, camuflados como blancas
palomitas de la paz, despliegan sus garras para caer sobre los despojos. Esta vez se les hará Pito Catalán.
Ahora hay un Pueblo sin fronteras dispuesto a defender lo
conseguido y tomar los jirones de sus mártires para
convertirlos en una poderosa bandera de victoria. Ahora hay presidentes que son
la imagen de sus pueblos y pueblos que despiertan a la vida gracias a sus
presidentes..
Son ellos los encargados de continuar con su obra y, por
supuesto, de terminar de revertir una
historia de quinientos años de explotación. Su alegría contagiosa despierta el odio de
los que desde las sombras aún persisten en expoliarlos. Su luminosidad
vencerá cualquier tiniebla y destruirá las cadenas que quieran condenar a los
muchos a la miseria y la pobreza de la que están emergiendo. Ahora, no hay enemigo que pueda vencerlos, porque se cuenta con las mejores
armas: un
pueblo con un altísimo nivel de conciencia política, muertos esplendentes y
líderes regionales con vida dispuestos a portar semejante luz como una
inextinguible llama olímpica.
Venezuela antes de Chávez con un 80% de pobres, un 35% de
analfabetos y un 25% de indocumentados, -verdaderos muertos civiles- era un
feudo de las corporaciones y un casino y un prostíbulo yanqui que sólo
usufructuaba un minúsculo sector social privilegiado.
Hay un antes y un después a partir de Chávez como lo hubo aquí
con Perón. Su lema americanista fue “El Sur es nuestro Norte” y vaya si lo fue
. . . El que no entiende esto no entiende nada.
De ahora en más, el Palacio de
Miraflores se convertirá en un lugar mágico del que salió la Revolución Bolivariana. Y “va
a ser hermoso hacer un puente sólo para vos”, enorme, indestructible, que
permitirá cruzar cualquier abismo. La palabra de Chávez, viva y estentórea
resonará por siempre, esa palabra inspirada por Bolívar, al que rescató del
frío bronce y lo convirtió, vivo y actual, en su credo político. Lo mismo que a
Martí, San Martín, Perón, Kirchner. Ahora,
sus discursos encendidos permanecerán resonando en los oídos y el corazón de su pueblo que llora y canta por
la pérdida. Extrañará su presencia y
añorará su imagen poderosa y protectora. En honor a él -tanto como a Kirchner- se trocará ese dolor en fortaleza,
convertirá sus ideas en realidad y bailará al influjo de su desbordante
personalidad.
Siempre resulta conmovedor ver las
multitudinarias manifestaciones de dolor de los pueblos al despedir a sus
grandes líderes. Extraña simbiosis de devoción y religiosidad que embarga a
millones de seres humanos. Todo un desafío para la psicología social.
Pero sólo muere lo que se olvida . .
. y Chávez jamás será olvidado porque le cambió la historia no sólo a su amada
Venezuela sino también a las patrias de América del Sur donde sus pueblos, que
han renacido a la esperanza, la alegría y a la vida, no darán marcha atrás. ¿Cómo
haría la derecha entonces para arrebatarles esos derechos sin desatar una
rebelión social de consecuencias inimaginables? porque como bien dice el poema:
“después de haber bebido el néctar de tus
labios . . . ¡ya no puedo vivir sin ese beso!”. . .
za, la alegría y a la vida, no darán marcha atrás. ¿Cómo
haría la derecha entonces para arrebatarles esos derechos sin desatar una
rebelión social de consecuencias inimaginables? porque como bien dice el poema:
“después de haber bebido el néctar de tus
labios . . . ¡ya no puedo vivir sin ese beso!”. . .Laborde. Córdoba. Argentina
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