sábado, 30 de marzo de 2013

¡Preso No! . . . ¡Desaparecido! . . . que no es lo mismo! Por Delsio Evar Gamboa




Ante otro Aniversario del nefasto Golpe de Estado del 24 de Marzo de 1976 . . . homenaje a mí mismo . . . y tributo al 19 de Noviembre de 1976, ilustre fecha de mi salida del infierno y vuelto a la vida . . .



Han de permitirme esta digresión auto referencial, aunque a esta altura de los acontecimientos resulte un tanto redundante estar repitiendo en forma machacona sobre la realidad del horror acontecido durante la Dictadura militar, para poner blanco sobre negro con respecto a tantas falacias que se siguen haciendo correr con retorcida intencionalidad. Pero como parece que nunca es suficiente, para los casos puntuales que aún quedan de lengua trífida y escuálidos criterios, no está demás intentar desentumecer la memoria de algunos para, si les interesa, desperezar un poquito sus neuronas, que les vendría muy bien para lubricar la estrecha abertura de su frígida mentalidad.
Porque lamentablemente todavía persisten muchos que creen a pie juntillas en esas chicanas que por su inconsistencia no resisten el menor análisis histórico. Y lo que es peor, quienes padecimos en carne propia aquella situación al límite de la vida, es que aún hoy, debamos soportar con estoica tolerancia que  se nos agreda con la tristemente célebre chicana del terror, la complicidad y la cobardía:  “si estuviste preso, algo habrás hecho”. . .
Es el caso de alguien de mi pueblo muy  reconocido en el ambiente de los bares por su viperina incontinencia verbal, y muy afecto a la vuelta de los “milicos”. En una oportunidad creyendo que podía herirme me lanzó ese epíteto con pretensión peyorativa. Pero claro, en su ignorancia creyó que esa circunstancia para mí significaba un baldón que mancillaba mi buen nombre y honor. . . Pobre, el nunca se dará cuenta que las experiencias de un detenido-desaparecido político, -a tenor de lo que pasó en el país- por más traumáticas y dolorosas que hayan sido, tienen la virtud de enriquecer espiritualmente, por lo que conllevan la dimensión de un verdadero blasón, e importan un decidido compromiso con la vida. Mucho más si los represores que llevaron a cabo aquel espanto, están siendo juzgados por la Justicia de la Democracia por crímenes de lesa humanidad. Debería saber que ese pretendido agravio viniendo de quien y como viene, en estos casos suena a música de  elogio.
Y otro amigo -muy a tono con el anterior- creyó descubrir la pólvora y me envió el clásico “correo basura” con que normalmente inundan las casillas de mails de todo el país los  cobardes anónimos que “descubrieron” que muchos desaparecidos -entre ellos los hijos de Hebe de Bonafini- estaban en Europa vivitos y coleando. Y todo porque sus nombres figuraban  en los padrones electorales.
Por ser una persona supuestamente ilustrada, debería saber -antes de hacer correr ese libelo que es un bajeza moral por estar escudado en el anonimato- algo tan elemental como que para dar de baja a alguien en el Registro Nacional de las Personas, la Oficina Civil de cada ciudad o localidad debe elevar el Acta de Defunción en base al certificado del médico que auscultó el cadáver. Como ningún facultativo puede certificar la muerte de un ausente, como es el caso que nos ocupa, esa constancia no existe. Por lo tanto no hay fallecido. En consecuencia no puede dárselo de baja en los registros. Y hasta que no haya una ley que de legalmente por muertos a todos los desaparecidos, -a lo que las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo se oponen- éstos van a seguir figurando en los padrones electorales. Así que, “basureros virtuales”, anótense como recolectores de residuos que entre la basura se van a sentir como pez en el agua. Y dejen de fastidiar a la gente con bastardas operaciones de cuarta. 
Por si fuera poco, los detenidos-desaparecidos de aquella década atroz, aún hoy tenemos que escuchar por parte de algunos añorantes de la “mano dura”, delirantes despropósitos como: “con los milicos había seguridad”. Les recordamos entonces por enésima vez que los que les brindaban “esa seguridad”, que era el fruto de la pax romana militar, es decir, la paz de los cementerios, son los mismos, -como ya apunté- que hoy están siendo condenados a perpetuidad por secuestradores, torturadores y genocidas. Y no sólo aquí, sino también, -y en ausencia- por la justicia de la mayoría de los países de Europa. Los argentinos estábamos tan bien “protegidos”, como lo estarían unos indefensos corderitos custodiados por una jauría de perros salvajes y rabiosos. Que algunos no cayeran bajo sus garras,  no quiere decir que hayan estado muy lejos de sus colmillos.
Lo mismo ocurre con los que niegan la cantidad de desaparecidos como si un genocidio fuera una simple cuestión de números. Objetan la cifra de 30 mil y sostienen alegremente que no son más de 8 mil, sin aportar ninguna documentación que los avale.
Durante el Terrorismo de Estado hubo 340 Campos de Concentración clandestinos  distribuidos en 11 de las 23 provincias argentinas, donde el 95% de los prisioneros fueron torturados y asesinados. Si tan sólo por la tenebrosa “ESMA” pasaron más de 6 mil; en “Campo de Mayo” 5 mil; miles por el Batallón de Comunicaciones 601; la Base “El Palomar” de la Fuerza Aérea;  Punta Indio en Puerto Belgrano; el Centro de detención Baterías del Grupo de Tareas2 de la Marina  en Bs. As; La III Brigada Aérea Reconquista en Santa Fe; En Córdoba “La Perla”; “La Ribera”; “La U1 y la U2”, 5 mil; en “La Escuelita” y en la base Punta Alta de la Marina de Bahía Blanca 3 mil; “El Arsenal” y “La Escuelita de Famaillá” en Tucumán más de 3 mil; en “Guerrero” y el “Ingenio Ledesma” de Jujuy más de 2 mil. Fe. Además de la “Fábrica militar de Villa María”; “El Olimpo”; el “Pozo de Banfield”; “Automotores Orletti”; el “Garaje”; “Puesto Vasco”; “Mansión Seré”; “Destacamento Arana” en Bs. As, La Plata; Rosario; Mendoza; Salta y en mayor o menor medida en buques amarrados, y regimientos del Ejército, la Marina y Fuerza Aérea, además de los miles de secuestrados en casi todas las cárceles y dependencias policiales de esas provincias, resulta más que elemental entonces que sobrepasan holgadamente las 30 mil desapariciones. Si es la cantidad la que los desvela, hagan números, ahí los tienen.
A la vez, reclaman que también se juzgue a "los subversivos". Deberían saber que la Constitución considera delito de subversión cada vez que militares derrocan un  gobierno constitucional. Los que atacaron a los golpistas fueron todos exterminados. ¿De qué juicio hablan?

Las FFAA de entonces, nunca le dio carácter de guerra a las acciones de la guerrilla, es decir, de beligerantes, como sí lo hacen vehementemente ahora, porque tal aceptación era reconocerle status de pares a sus contendientes y admitir que eran un cuasi Estado que representaba a una porción de la población que en tal caso tendrían a su cargo, y al ser así, el gobierno militar debería soportar la condena que para la guerra, impone la Convención de Ginebra, -de la que nuestro país es signatario- con lo que no habría podido llevar a cabo el genocidio sistemático que practicó como política de Estado sin sufrir la dura sanción de ese Organismo internacional. De allí su recurrencia al calificativo permanente de “Subversivos”, o “Grupo de delincuentes”.

Tal es la situación de las FARC. de Colombia, y son las mismas razones por las cuales el gobierno de aquel país no las reconoce como beligerantes, por el temor al repudio internacional por su represión para-oficial fuera del marco de la ley.

Con respecto al significado de la expresión utilizada, que da título a esta nota y su porqué, quiero dejar bien en claro que al igual que otras miles de víctimas de la Dictadura yo no estuve preso, fui desaparecido que no es precisamente lo mismo. La policía es quien lleva preso, y el apresado en ese caso figura en el registro de ingreso y egreso de la Comisaría. Es decir queda “blanquedado”. Los militares no metían preso a nadie, ellos secuestraban a los disidentes políticos en forma clandestina amparados en las sombras de la noche -mientras la cana le “liberaba” la zona y colaboraba- y los “chupaban”, esto es, los desaparecían, no figuraban en ninguna parte. Así podían torturarlos, asesinarlos o tirarlos vivos al mar sin dejar pruebas. Como bien lo “explicó” el condenado varias veces a prisión perpetua por genocida ex general degradado Jorge Rafael Videla en su momento: “los desaparecidos no están, no existen, se esfumaron, son entes volátiles”. No obstante, desde la cárcel llamó a dar otro golpe de Estado.
Mas allá de la obscena cobardía de este ultra católico medieval y asesino consuetudinario, al negar de forma tan deleznable su directa responsabilidad en semejante crimen colectivo, los testigos vivientes de esa tragedia histórica, como un homenaje a los miles que fueron desaparecidos, tenemos la obligación moral de difundir los pormenores de aquel holocausto para la memoria social, ilustrar a las nuevas generaciones y abrir las obnubiladas mentes de los que aún niegan la realidad de aquel monstruoso Terrorismo de Estado. Y en eso estamos.
También ya es hartante la discusión sobre si deben tener igual status jurídico las víctimas de grupos que lucharon contra los que asaltaron el Poder, y las de aquellos que lo detentaban violando la Constitución y las leyes de un país como un ejército de ocupación. De ser así, en Italia y en Francia, por ejemplo, los nazis que invadieron y sojuzgaron esos países y que fueron muertos por la Resistencia -Partisanos y Maquis- tendrían que tener el mismo reconocimiento que las de los invadidos . . . Terminemos con ese remanido sofisma.

¿Desde cuándo se pesan en la misma balanza víctimas y victimarios? .  .

 Delsio Evar Gamboa    
Laborde. Cba. Arg.

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