sábado, 3 de noviembre de 2012

“De aquí a la eternidad”. Por Delsio Evar Gamboa



¿Qué país les dejaremos a nuestros hijos, o qué hijos le dejaremos a nuestro país?

Aunque el calendario electoral indique que falta mucho tiempo para las elecciones presidenciales, algunos candidatos con excesivas apetencias, saltando por no pisar las de medio término del año que viene, ya están operando y haciéndose los rulos para acceder al podio de los nominados. Afiches de “Scioli 2015”, De la Sota, con su look quincho nevado, se gasta 15 millones de pesos cada fin de semana en publicitarse a nivel nacional. Macri, con el mismo berretín se reúne con dirigentes con menos peso que un collar de plumas. El “Mingo” Cavallo también está haciendo dedo. La ambición los junta y la derecha los entrevera para amaridarlos en obsceno contubernio. ¿Qué puede salir de esa promiscuidad? . . . ¡Un turco!.
Y los medios, obnubilados en su realismo mágico, con la “objetividad” que los caracteriza, ya están poniendo el grito en el cielo ante los rumores echados a rodar sobre una potencial reforma constitucional que le aseguraría a Cristina Kirchner, -juran- continuar en la presidencia “de aquí a la eternidad”. . . Claro, no dicen que para eso primero hay que votarla. Y si está haciendo las cosas tan mal . . . ¿quién la va a votar?
Por si poco fuera, los popes del partido radical, enarbolando sus remanidos eslogans sobre la institucionalidad, la legalidad, la libertad, la forma, el fondo, los modos, los medios, los principios y los fines, se ponen al borde del suicidio colectivo ante tal eventualidad, olvidándose, . . . ¡Oh alzehimer político que gozas de tan robusta salud! que pocos años ha, su Eduardo “Pocho” Angeloz -bien apodado aloe vera-, ostentando la suma absoluta del poder público -Legislatura, Justicia y Prensa oral, escrita y televisiva-, en su “Isla de la Fantasía”, donde la indecencia copulaba con la moral, pasándose por su derechoso trasero aquellas minucias, corrompiendo a venales dirigentes del Justicialismo cordobés -Bercovich Rodríguez, Leonor Alarcia y otros que el tiempo los tiene de las orejas mientras el olvido les pone el freno-, para modificar la Const. provincial, logró su ilegal Tercer Mandato consecutivo. Y el centenario y decano partido? . . . ¡Bien, Gracias! Otra perlita: cuando el probo juez Johnson -que no integraba la “familia” judicial- investigaba el asesinato del senador radical Regino Maders -aún impune- relacionado con la corrupción de EPEC y detuvo a toda la cúpula de la Empresa. El “Pocho”, como buen dictador, en el acto fue a la cárcel a visitar y a darle su apoyo a su gente, en un clarísimo mensaje mafioso para el juez. Fueron liberados y la causa se archivó. Nada que ver con “su” Justicia que nunca le encontró méritos para juzgarlo por asociación ilícita y enriquecimiento ilícito y lo dejó libre de culpa y cargo. Eso sí, la implacable condena social lo envió a la papelera y lo suprimió definitivamente.  Pero . . . ¡quién le quita lo bailado! . . .
Hecha la digresión, vuelvo al tema que nos ocupa:  en Europa -tan admirada y tomada como ejemplo por nuestros “puristas” de cabotaje-, los Mandatarios, Jefes de Gobierno o Primeros Ministros son reelegidos todas las veces que los ciudadanos lo deciden. Nadie se rasga las vestiduras por eso. Pero en esta cuestión, nuestros medios de comunicación corporativos y muchos políticos enfermos de mediatismo, vasallos y bufones del reino mediático, se atemorizan por las dudas ante la simple mención de una reforma de la Carta Magna. Con actitud mentecata  nos previenen sobre las caóticas consecuencias de dar un paso en ese sentido: las siete plagas de Egipto arrasarán con todos aquellos heresiarcas que osaran tan sólo imaginar esa posibilidad.
No es que este ignoto pregonero de la realidad a fuerza de elongar conceptos, piense que haya que cambiar de constitución como de calzoncillos, pero se necesita actualizarla de manera que su corpus normativo esté acorde a los tiempos que transcurre nuestra realidad. Que establezca la imposibilidad de volver a la tenebrosa noche del pasado reciente. Que no permita que el país se entregue envuelto como para regalo. Que instituya un compromiso concreto entre los representantes y los representados, pero con todos, no sólo con algunos. Con una drástica reforma que grave los negocios especulativos de la timba financiera. Con una reconversión en la base contributiva, para que paguen más los que más ganan y severos castigos para los evasores. En resumen, acabar con ese largo rosario de iniquidades que se dieron a través del tiempo en maquiavélica sincronía.
En América Latina, el liderazgo ordena al campo social. Y es sobre su organización que se construyen las victorias populares. Pero la arcaica Ley Fundamental pergeñada en Argentina por los liberales de 1853 y perfeccionada por los neoliberales de 1994, impide la reelección presidencial cuando detrás de ello está el mayoritario reclamo popular. Se trata de recuperar muchas de las disposiciones insertas en la Constitución de 1949, abolida por un bando militar.
Una nueva Ley Capital debe cristalizar en términos jurídicos la multitudinaria participación ciudadana que desde el 2003 se  viene dando en nuestra patria. Y por sobre todo, hay que abrir este debate al conjunto de la sociedad como corresponde y al caso conviene.
Los avances en la arquitectura social deben ser reconocidos en un nuevo Corpus Legal.  Se debe  financiar a los organismos de Derechos Humanos y no a un culto religioso que tiene que estar separado del Estado como en la mayoría de los países. Los crímenes policiales de “gatillo fácil”, siendo responsabilidad estatal deben considerarse Delitos de Lesa Humanidad. La cantidad de muertes de mujeres humildes que se cobran los abortos clandestinos exige protección comenzando por su despenalización -la Constitución considera vida desde el  momento de la concepción, postulado religioso, no científico-. La violencia de género tiene que ser una prioridad en el nuevo marco constitucional.
Cuando el Estado está ausente, el suelo es del mercado Se debe recuperar el concepto de función social de la tierra. Incluir en ese tratado la potestad legal sobre los recursos naturales, no sólo energéticos sino  también el oro, el cobre, el litio etc. etc. del subsuelo argentino. Avanzar sobre los flujos financieros, recuperar la facultad estatal de manejar el crédito, el comercio exterior, los tipos de cambio diferenciados, los impuestos a la tierra improductiva y los límites al latifundio. Proteger y asistir al pequeño campesinado. Los delitos económicos -evasión tributaria, lavado de dinero- deben tener dimensión penal. Los trabajadores tienen que participar de las ganancias de las empresas. El Estado debe emitir su propia moneda.
Hay que romper la corporación judicial, el menos democrático de los tres poderes. Una verdadera democracia no es compatible con prácticas jurídicas corporativas que sobrevuelan siempre sobre un piélago de latentes complicidades con los poderes fácticos. También, incorporar el concepto de Nación Sudamericana a la Constitución.
En ese marco, el Gobierno rescindió convenios tributarios, tratados, acuerdos y contratos que tenía con otros países que eran leoninos para los intereses de Argentina. El Grupo Techint, Petrobras, Nextel, Acindar, Quilmes y Monsanto son algunos de los monstruos que explotaron esas franquicias y fueron detectados por la AFIP. La tabacalera Massalin Particulares, Molinos Río de la Plata, el Grupo Pérez Companc, directivos y accionistas de Aluar, Banco Patagonia, Banco Macro, Arcor y las principales mineras y cerealeras del país también aprovechaban la bolada para evadir con total impudicia. Mudanza de empresas, triangulación de exportaciones, compra de bonos, contado con líquid y muchas otras argucias para no contribuir con el país del que extraen enormes dividendos.
A su vez, la especulación financiera creció desmesuradamente.“La han levantado con pala”, expresó la Presidenta. El índice Merval subió un 254 por ciento durante este gobierno, las firmas que cotizan en la Bolsa porteña han obtenido los dividendos que no tuvieron en toda su existencia. Y a pesar de esto, se quejan de este Estado regulador que no les da “seguridad jurídica” y que no les permite rentabilidad. ¡Vaya qué desfachatez! . . .  luego, se llevan afuera esas fabulosas ganancias. Las industrias alimenticias formadoras de precios,  sin hacer costo alguno, hacen uso y abuso de la especulación condenando a los consumidores a padecer la perversa inflación que con grosera iniquidad generan.
No es una guerra, pero muchas batallas quedan aún por librarse. Todavía subsiste una injusta matriz distributiva heredada de la dictadura y de los nefastos ‘90 que es necesario revertir. De ahí esta puja por consolidar un modelo que nos incluya a todos sin exclusiones.
Lo aconsejable sería profundizar el trasvasamiento generacional para que surja una nueva figura y dejar a Cristina como garante del Proyecto Nacional.
Pero es imperiosa la necesidad de una Constitución Emancipadora. Si no cambiamos las reglas de juego de las corporaciones, éstas se impondrán con el refinado salvajismo revanchista de la derecha ultraliberal. Ya nos hemos requemado con esa leche . . . y no es culpa de las vacas precisamente.

Laborde. Cba. Arg.


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